Un paseo por el bosque by Bill Bryson

Un paseo por el bosque by Bill Bryson

autor:Bill Bryson
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Viajes, Novela
publicado: 1997-01-01T00:00:00+00:00


12

Casi contaba con que Katz estuviese insoportable a la mañana siguiente, pero lo cierto es que se mostró sorprendentemente amable. Me llamó cuando estuvo hecho el café, y cuando salí de la tienda, sintiéndome fatal y muy falto de sueño, me dijo:

—¿Estás bien? Tienes una pinta horrible.

—No he dormido mucho.

Asintió.

—¿De verdad crees que era un oso?

—A saber.

De repente me acordé de la bolsa de la comida, que es lo primero que atacan los osos, y me volví para verla, pero allí seguía, a veinte metros de distancia, colgada de una rama a unos cuatro metros del suelo. Normalmente, si un oso se lo hubiese propuesto podría haberla descolgado. Qué digo: hasta mi abuela podría haberla descolgado.

—Quizá no —dije, desilusionado.

—Bueno, ¿sabes lo que tengo aquí, por si acaso? —dijo Katz, y se dio un golpecito en el bolsillo de la pechera—. El cortaúñas. Porque nunca se sabe cuándo puede aparecer el peligro. Tengo la lección aprendida, ya te lo digo yo.

Y se echó a reír.

Volvimos entonces al bosque. Durante casi todo el recorrido por el parque nacional de Shenandoah, el sendero de los Apalaches avanza en paralelo y a veces cruza la Skyline Drive, aunque muy pocas veces llegas a intuirlo. Sucede a menudo que vas a tu paso por un santuario arbóreo y de repente un coche pasa zumbando tras los árboles, a solo cuarenta o cincuenta metros de ti, y te sobresalta cada vez.

A comienzos de la década de 1930, el Potomac Appalachian Trail Club (concebido personalmente por Myron Avery, y durante algún tiempo prácticamente indistinguible de la Conferencia del Sendero de los Apalaches) fue blanco de la ira de otros clubes senderistas, en particular del patricio Appalachian Mountain Club de Boston, por no oponerse a la construcción de la Skyline Drive a través del parque. Herido por estos reproches, Avery envió a MacKaye una carta de lo más insultante en diciembre de 1935 que puso fin a efectos prácticos a la relación oficial (aunque ya por entonces tangencial) de MacKaye con el sendero. Los dos hombres no volvieron a dirigirse nunca la palabra, aunque en honor de MacKaye hay que decir que rindió un cálido homenaje a Avery cuando este falleció en 1952, y tuvo el detalle de reconocer que la construcción del sendero no habría sido posible sin él. A mucha gente sigue sin gustarle la carretera, pero Katz y yo le acabamos encontrando el punto. Con frecuencia abandonábamos el sendero y caminábamos durante una o dos horas por la calzada. Aún estábamos a comienzos de abril: la temporada acababa de empezar y apenas había coches en la carretera, así que utilizábamos la Skyline Drive como una especie de sendero alternativo, más ancho y asfaltado. Se nos hacía casi raro pisar suelo tan firme y caminar a cielo abierto, al calor del sol, tras semanas inmersos en bosques impenetrables. Desde luego, los automovilistas llevaban una vida más regalada que nosotros. Había varios miradores amplios con vistas espléndidas (aunque estaban difuminadas por una sucia neblina que se alzaba



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